Saturday, 14 July 2012

Carlos Montero: "El tango es una canción de amistad".




Carlos Montero - Foto de Joan Díaz.


Entrevista a Carlos Montero

09 - 05 - 2012

Carlos Montero tiene una forma de interpretar el tango que es probablemente única. Guitarrista clásico de formación, que bebió desde pequeñito del tango y el floclore en su Buenos Aires natal, transmite el dominio de las seis cuerdas en todas sus grabaciones. Con 'tan sólo' la guitarra y su voz profunda y templada, Carlos Montero es capaz de emocionarnos en cada verso que canta y en cada cambio de acorde.

Nos explica que, debido a un problema de salud, del que ya se está recuperando, no puede tocar bien la guitarra desde hace unos meses, pero el buen humor y la risa acompañan la entrevista constantemente. También lo hacen la música y la poesía, ya que él aprovecha cada ocasión para cantar un pedacito de un tango o para recitar los versos de una canción, ilustrando así la entrevista y transmitiendo su amor por su oficio.

Nos encontramos con él en una cafetería de Atocha, en una tarde en la que los aficionados del Atlético de Madrid inundan las calles y se cuelan con sus cánticos en la conversación. Vecino de Móstoles, Carlos Montero lleva viviendo en Madrid casi cincuenta años ya. Él nos explica su trayectoria, su aproximación a la escritura de canciones y su forma de ver el tango y el folclore. 

Joan Díaz: Te has consgrado a los géneros del tango y del folclore, pero este último sobre todo en tus primeros tiempos, ¿no es así?

Carlos Montero: Sí. Yo nací en un barrio de Buenos Aires que no estaba en el centro, sino en las orillas, y allí se cultivaba mucho el folclore, por la sencilla razón de que era el barrio de Mataderos y ahí venía la gente del campo, a caballo, y había guitarreadas. Venían por los animales, porque ahí estaba el Mercado de Hacienda, y era muy típico que todo el mundo cantara folclore. Un folclore pre-Chalchaleros y Fronterizos, hay que especificar. Cuando viene Perón, él da un impulso al folclore y es cuando aparecen los grupos salteños, pero antes el folclore que había en Buenos Aires se nutría de la provincia de Buenos Aires, del Sur, con excepciones como Andrés Chazarreta o los Hermanos Ábalos, que eran de Santiago del Estero. Pero en general la música litoraleña, aunque se conocía, no tenía fuerza. Cuando llegan Los Chalchaleros cambia mi fisionomía del folclore y conocí a Eduardo Falú, de quien fui y sigo siendo un gran admirador. Luego me fui a trabajar con el grupo folclórico de Hugo Díaz, que era un santiagueño que tocaba la armónica, y con él vine a Europa. En ese grupo también estaba Alberto Cortez.



"La música no es de un tiempo y un lugar determinados."


JD: ¿En tu opinión, en qué medida un género pertenece a un tiempo y un lugar determinados y en qué medida se puede sacar de esas coordenadas?

CM: Bueno, yo no creo que haya un tiempo o un lugar determinados. La música es música en todas partes, lo que pasa es que hay modas. Ahora, por ejemplo, las modas son unas y se han olvidado el tango, el folclore, la copla, el fado... ¿Por qué? Son músicas que de repente se pueden volver a poner de moda, como ocurrió hace unos años con el tango, por eso no creo en las modas. Yo sigo escuchando música brasilera, que la escuché ya de pequeño y me sigue encantando, como la música andina, o los boleros... O la música cubana, que antes la llamábamos música tropical, el jazz... Aunque reconozco que en cuanto al jazz, me gusta más el hot, el caliente. El free jazz ya me cuesta más. Quizás por mi edad, no es que no lo entienda, pero tengo que hacer un esfuerzo para digerirlo, como si dijéramos. Escucho también música árabe, o indú. Pero lo que más me gusta es la música clásica, que es lo que yo estudié en el conservatorio. 

Antes de ir al conservatorio, de todos modos, yo tocaba la guitarra en mi casa, donde se escuchaba folclore y tango. Pero luego, en el conservatorio te metes en un mundo distinto. Empiezas a valorar ciertas cosas que antes no oías, empiezas a entender cierto tipo de música, vas a conciertos, haces compañeros con los que compartes eso, con los que se habla y se comenta todo eso, los profesores... No sé muy bien si se comprende, porque el arte se siente o no se siente, pero sí cambia tu forma de verlo con el estudio.

JD: Esa formación clásica te habrá aportado mucho a la hora de encarar a la guitarra un género como el tango... Hay tangos que interpretas tú que puede que tengan cinco o seis acordes en su armonía y que, con tu interpretación y tus arreglos parecería que tuvieran el doble al escucharlos.

CM: Sí, yo utilizo mi formación para hacer mi arreglito particular de cada tango y ahí se nota una influencia de la música clásica. Hay algunos tangos que tienen un arreglo más sencillo, pero los de otros son más sofisticados, digamos. Por otro lado, el músico nunca sabe cuándo acierta y cuándo no acierta en un arreglo. Yo, que he hecho muchos arreglos, lo sé. Hay veces que he acertado y otras que he dicho, "¡Qué es lo que he hecho aquí!" y si lo tuviera que repetir, lo haría distinto.

JD: Tú has trabajado como arreglista para muchos músicos españoles, ¿qué nos puedes contar de esa experiencia?

CM: Es una experiencia extraordinaria, porque aprendes a manejar la orquestación. Yo grabé cinco elepés con Aute. He grabado dos elepés con Carlos Cano. Aquí tienes al menda que ha hecho los arreglos de la famosa María la Portuguesa. He estado también con Mari Trini, que incluso ha cantado alguna canción mía. He estado también con Patxi Andión, con Mestisay... He trabajado en el primer disco de Luis Pastor y con muchos cantautores de la época de la 'canción protesta'. Con Adolfo Celdrán, Antoñita Moreno... Y luego he hecho muchos arreglos religiosos, para los curas. Ahí también se aprende mucho.

JD: Y cómo te aproximas a esos géneros, que son distintos al tango.

CM: Uno tiene varios 'chips' aquí (señala su cabeza). Uno se tiene que quitar el chip que tenga y luego ponerse el 'chip' adecuado. En estos momentos, por ejemplo, estoy haciendo un trabajo para una monja que me ha encargado unas canciones. Indudablemente, de todos modos, uno domina más un género que otro, pero hay que saber adaptarse.

JD: Cuando llegaste a España conociste a José Alberto Santiago y empezasteis a componer juntos. ¿Cómo era el proceso de composición? ¿Tú ya querías componer desde antes?

CM: Sí, yo había compuesto cosas, pero me faltaban las letras, porque a mí la literatura me encanta y disfruto muchísimo leyendo poemas, pero, si me pongo a escribir, llego a la tercera o cuarta palabra y ya me paro sin remedio.

JD: ¿Qué crees que te produce ese bloqueo?

CM: No sé, a mí me gusta más la música para componer. Escucho música desde los cuatro o cinco años. Mi padre, que formaba parte de un cuarteto de tangos, ensayaba con su grupo en mi casa. Eran gente, casi toda, amateur, y lo que tocaban era tango, pero sin letras. Cuando conocí a José Alberto Santiago le dije que yo tenía muchas ideas y muchas ganas de llevar a cabo un proyecto y él me dijo que contara con él. Me dejó un poema que tenía, y yo me lo llevé a casa. Me puse a mirarlo y la siguiente vez que vi a José Alberto, a pesar de que él era un poeta magnífico, le dije: "Lo que tú has hecho está mal. Pero no en el sentido poético, sino en el sentido métrico. Para la música hay que guardar unos acentos, unas estructuras, que te las va dando la música, y tú no las guardas." Él era un hombre encantador y entendió lo que yo le quise decir. Yo no me oponía a lo que él decía, sino a cómo lo decía. Yo le decía: "Esto hay que ponerlo aquí, aquí y aquí. El primer verso debe tener unos acentos en determinado sitios y, cuando repites ese verso, hay ponerlos en los mismos sitios. Y también, hay que respetar los acentos de las palabras y no cambiarlos." Entonces él me dejó esa letra y otro par de cosas, a las que yo les hice la música. Él me dijo: "Ya veo por dónde van los tiros, espera." Y entonces me hizo otras dos letras más, pero con la misma estructura. Y ahí estaba la Milonga de otoño, que se grabó. Luego, a veces yo le pasaba letras sin sentido, pero que iban con los acentos necesarios, por ejemplo en el Tango de Albinoni, que hicimos basándonos en la música del Adagio, y eso lo pasaba él a una letra de verdad.

JD: Y en cuanto a las ideas de las letras, ¿le dabas tú algunas?

CM: De forma directa, por lo general, no, pero hemos hablado mucho. Cuando nos conocimos encontramos una cierta afinidad entre los dos, especialmente en cuanto a la música folclórica. A él le encantaba el folclore y yo también lo conocía bien y me gustaba. Entonces, lo que hacíamos era reunirnos los fines de semana. Él iba a mi casa, o yo a la suya, cada una en nuestros respectivos pueblos, aquí en España, nos hacíamos nuestro asadito criollo y ahí hablábamos mucho. También hablábamos mucho por teléfono y compartíamos muchas cosas, opiniones. Yo le decía: "He leído esto, que me ha gustado, o que me ha dado que pensar..." Y esas cosas yo sé que se las quedaba él en la cabeza y un día decía: "Toma, mira lo que se me ocurrió". O sea que a lo mejor en alguna cosa intervine yo sin darme cuenta. Él y yo coincidíamos en muchas cosas, políticamente, humanamente, y, en lo fundamental, nuesro pensamiento era parecido.




"Yo he intentado hacer tangos para escuchar, no para bailar."


JD: Luego dejas el folclore, en cuanto a las grabaciones, y te dedicas más al tango.

CM: Te voy a explicar lo que pasó. Uno en esta vida se tiene que adaptar a las situaciones. Yo daba recitales de folclore, con nuestras canciones y con otras que no eran nuestras, pero un día, estoy hablando de la época de la dictadura, decidí cantar un par de tangos. El primero que solía cantar era Cambalache y la gente se quedaba maravillada. Al terminar el recital me pedían que cantara más tangos y ahí empezó la idea de grabar un disco de tangos. Así fue como grabé el primero, con Movieplay, Tangos a mi manera. Ese lo grabé con la guitarra de seis cuerdas, aunque ahora grabo con una de ocho. Y en los recitales el tango tenía mucho éxito. Cantaba Cambalache, Victoria... -este tango es una maravilla. Todos lo tangos hablan de que se va la mujer y que el pobre se va a un bar a emborracharse, y en este es al revés.- Cantaba también Malena, que es un tangazo. Entonces, poco a poco mi repertorio fue cambiando sin yo quererlo, pero queriéndolo al mismo tiempo, porque a mí me gustaba mucho. Ahí es donde ideé la guitarra de ocho cuerdas, porque quería tener un bajo que me ayudara a llevar el tempo, el ritmo del tango, aunque yo no lo hiciera a la manera clásica. A mí no me gusta nada el ritmo clásico de tango. Como decía Martín Fierro: " Yo he conocido cantores / que era un gusto el escuchar / ...". Pues yo he conocido cantores, como decimos allí, que trabajaban en orquestas y eran muy buenos, pero el sonido de la orquesta era horrible. Como tenían que hacer música para baile tocaban el mismo ritmo de tango desde el principio hasta el final (lo recrea cantando). Ya has visto que yo no hago eso. Yo le doy el tempo necesario a las canciones. Si me tengo que parar, me paro, y si tengo que detenerme en una frase, recalcándola de alguna forma, también lo hago. Y esa es la canción, porque, si no, dejamos de tocar canciones para tocar música de baile. Ese fue el problema de muchos cantantes en Argentina. He conocidos cantantes muy buenos que no triunfaron por eso, porque tenían que estar siempre a la orquesta. Lo que yo he intentado hacer en el tango ha sido rescatar sus textos, que los hay buenísimos, como Malena, La última curda... Y hacer tangos para escuchar, no para bailar. Es una idea mala, porque la gente quiere oir ritmo, y yo estoy luchando con eso.






JD: Pero también hay un público para eso, ¿no?

CM: Sí, pero muy reducido. Yo estoy también en un grupo de música tradicional y no tenemos batería, pero es que todos los grupos de música tradicional han metido batería y al final acaban haciendo rock and roll. A mí eso no me gusta, aunque entiendo que haya mucha gente a la que sí.

JD: Tú has decidido seguir ese camino toda tu vida, que es un camino bastante alejado de los gustos mayoritarios.

CM: Sí, yo puedo decir que he hecho lo que yo he querido hacer. No sé si bien o mal, pero ha sido lo que yo quería.


"Canto tango y folclore porque es la música con la que me identifico y la que me hace revivir mi niñez."
 

JD: ¿Para tí tocar tangos es una forma de volver mentalmente a tu Buenos Aires?

CM: No exáctamente. Yo nací escuchando folclore y tangos, y eso es lo que toco. Usando esa expresión "Me quiero realizar", pues diría que yo me realizo haciendo la música que oía de niño. Es la música con la que yo me identifico, y la que me hace revivir mi niñez. La niñez no se le borra a uno. Mi madre, que ya está muerta, cuando tenía unos ochenta años y ya había perdido la cabeza, todavía era capaz de describirte la aldea donde se crió, aquí en España. Y cuando yo visité esa aldea, muchos años después, era capaz de ir a los sitios por sus descripciones. Lo que uno ha aprendido de pequeño, lo lleva dentro. Recuerdo que de pequeño cantaba en las fiestas del colegio. Cantaba folclore, porque en los colegios no se permitía el tango. Cantaba, por ejemplo, El Carretón (recita los primeros versos) una canción de fervor patriótico sobre las carretas que iban conquistando la Pampa frente a los indios. Era música vinculada al Día de la Patria, o al Día de la Bandera. Imagínate que cuando yo entraba al colegio, se izaba la bandera y todos nos poníamos de pie, en formación. Bueno, sigue, porque me he enredado.

JD: Podemos decir que el tango es una música melancólica, o por lo menos sus letras lo son...

CM: Bueno, yo lo definiría de otra forma. Yo diría que el tango es una canción de amistad. Yo he conocido aquí a Rodolfo Sciamarella, y tengo una foto con él y con Eduardo Falú. Bueno, pues ese hombre, que hizo muchos jingles de publicidad aquí, en Argentina se hizo famoso por esa canción de (canta): "Tres cosas hay en la vida / salud, dinero y amor..." y también componía tangos. Sobre cómo componía él los tangos, me dijo, por ejemplo: "Un día estaba con unos amigos y pasó una mujer, y el amigo que estaba al lado me dijo '¡Y encima me da dique!' ". Darse dique quiere decir darse importancia, o pavonearse. Pues esa frase se le quedó en la cabeza y de ahí sacó ese tango que dice (canta): "¿Por qué me das dique, señora de grupo, / al pasar de largo con ese bacán...". Otro anécdota, sobre un tango de Discépolo, es que le llamó un amigo para decirle que estaba teniendo una discusión tremenda con su mujer y que la iba a matar. Él fue corriendo a la casa de su amigo y en un momento de la tremenda discusión su amigo sacó un revólver. Discépolo se le echó encima para evitar que disparara, de tal forma que le dio un empellón y su amigo, al caer, se golpea la cabeza. De ese episodio escribió Discépolo el tango Secreto: "Quién sos que no puedo salvarme / muñeca maldita, castigo de Dios / ..." Así que es la historia de lo que él había vivido. Otra anécdota es la de un músico, no me acuerdo de su nombre, que va a ver al médico y le dice: "Verá, doctor, tengo un amigo que tiene un problema, y claro, le da vergüenza venir él mismo, ¿podría usted ayudarlo?" El médico le dice: "Cómo no, pero, por favor, que no me dedique un tango." ¡Porque a los médicos les han dedicado muchos tangos! Y de todo se escribían tangos, de las cosas más cotidianas. Por eso yo digo que es más un canto de amistad que de nostalgia, aunque sí que tiene sentimentalismo, porque tienes que ver que Buenos Aires es una ciudad de inmigrantes. En Buenos Aires no hay prácticamente negros, porque se abolió la esclavitud muy rápidamente, así que lo que más vinieron fueron descendientes de europeos y la mayoría tenemos la nostalgia de haber oído hablar a sus mayores, como yo a mi madre, de lo anterior, lo que dejaron atrás. Por ejemplo, el tango que dice: "Con el codo en la mesa mugrienta / y la vista clavada en un sueño / piensa el tano, domingo, polenta, / en el drama de su inmigración / ...". Y fíjate qué letra, menuda presentación: "Con el codo en la mesa mugrienta...".

Hay tangos en endecasílabos y en alejandrinos. Para hacer eso hay que tener mucho talento poético. Fíjate en la letra del tango Mano a Mano: "Rechiflado en mi tristeza /  te evoco y veo que has sido /en mi pobre vida paria / sólo una buena mujer / ...".

JD: A la hora de afrontar esa parte del repertorio tanguista que habla más de rupturas sentimentales, de nostalgia por el pasado, ¿hace falta tener un carácter determinado para que esos sentimientos no le puedan a uno?

CM: A mí me afecta. Yo salgo a un escenario y a veces casi ni puedo cantar porque me emociono. Me llega muy adentro, no sé si es por la poesía, o por la música. Hay días, esos que se llaman días malos, en los que uno sale a decir, "Voy a cantar aquí y cumplo", eso ocurre, y sales y lo hace más o menos bien, pero nada más.Y hay días en los que te entregas y yo me dejo llevar, y en esos días a veces me cuesta terminar las canciones por la emoción.


"Nunca cantas una canción igual, porque nunca tu estado de ánimo es igual de un día para otro."


JD: Y al ensayar los tangos en casa, ¿es igual?

CM: Igual, te emocionas igual, aunque los cantes muchas veces. Por otro lado, yo trato de no cantar los tangos de la misma forma nunca. Es difícil, pero lo intento: alargar más aquí, retrasar en este otro sitio... Además, yo canto algo hoy, pero dentro de quince dias tendré otro estado anímico y no será el mismo, así que no lo puedo cantar igual, por mucho que quiera. Si tienes problemas en tu casa, o con Hacienda, o con el vecino por una fuga de agua... Lo que sea.

JD: ¿El cantante de tangos suele ser una persona tendente a la melancolía, o a la jovialidad? ¿Hay un perfil o no lo hay?

CM: En mi caso, jovialidad, toda la del mundo.

JD: ¿Te has cansado en algún momento del tango, después de tantos años con él?

CM: No, nunca. Estoy bastante frustrado ahora porque no puedo tocar y me apetece. Hay varios conciertos que he tenido que cancelar. El otro día estuve ensayando con el grupo y parece que poco a poco voy mejorando, pero todavía no. Yo sé dónde tengo que poner los dedos, pero no lo puedo hacer con la suficiente fuerza. El caso es que nunca me he cansado de cantar tangos. Me ocurre que, para oir música, no me gusta repetir autores o estilos, tengo que variar, pero cantando eso no me pasa.

JD: ¿Con qué compositores o cantantes te quedarías como tus favoritos?

CM: Uno es Enrique Santos Discépolo, el autor de Yira, Cambalache, Esta noche me emborracho... Ese es el número uno para mí, indiscutiblemente. Luego, Homero Manzi, como poeta, con Malena, Sur... Homero Expósito. Cantantes, Gardel, porque creó escuela; Edmundo Rivero... Hay muchos.

JD: ¿Sigues algo de lo que se hace en el tango moderno?

CM: Sí, pero el tango moderno es música, los letristas se han apagado. Murieron Homero Expósito y Heladia Blazquez y no sé ahora quién queda. Lo que he oído últimamente no me emociona. Hay un compositor, Enrique Cadícamo, que tiene unos poemas verdaderamente preciosos. Él era un letrista. Entiguamente había letristas y músicos, y tú le llevabas una música a un letrista y él le ponía letra. Era su oficio. Cadícamo era poeta y letrista. Como lo primero era magnífico, pero como letrista tenía alguna cosa que era para tirársela a la cabeza. Tiene un vals, que yo no he visto nada más cursi en mi vida: "Guardan claros de luna / tus manos de abadesa / y una luz misteriosa / te las hace monjil / ..." (se indigna) ¿Hombre, tú crees que se puede decir eso? Se fue al diccionario, buscó las palabras más extrañas y las puso. Y ese es el autor de Garúa y de Por la vuelta, que son una maravilla, y llama la atención ese contraste. Claro, él era letrista y poeta y tiene escritos libros de poesía, que son magníficos. Yo no lo critico, porque sé que esa gente tenía que ganarse la vida. Por ejemplo, había gente que tenía mucho dinero y se creía músico, o componía algo y luego buscaban un letrista. A veces lo iban a buscar a él, por ejemplo, porque era conocido, y si él veía que lo que le traían era malo, pues a lo mejor escribía cualquier cosa. Y eso pagándole, aparte de los derechos de autor. Y eran épocas difíciles, sobre todo los años '30, que en Buenos Aires se llamó la década infame. De esa época surgen Cambalache, Yira, yira, y esos tangos de Discépolo describiendo la situación de la época.

JD: Cuando tocabas folclore, al principio, algunas de tus letras eran de contenido social, ¿verdad?

CM: Sí, sí, bastante. Incluso rozando la política, pero no a nivel mundial,sino a nivel argentino. Santiago y yo estábamos de acuerdo en cómo veíamos la Argentina, un país con todas las posibilidades de vivir bien, porque se surte de todo, pero tenemos unos gobiernos tan malos y tan corruptos...Y luego está la influencia enorme que recibió Argentina del nazismo. Tanto es así que en el ejército, cuando hice el servicio militar, se hacía el paso de la oca, con marchas militares alemanas. El yerno de un famoso militar argentino compuso una canción que se llamaba Argentino hasta la muerte y nosotros compusimos otra que se llamaba Argentino hasta la muerte, pero no para comer.


Carlos Montero se apasiona hablando y disfruta de la conversación y de contar anécdotas. En cuanto recupere la movilidad completa en su mano izquierda, nos dice, estará encantado de invitarnos a uno de sus recitales. Se me ocurre que, si fuera norteamericano y negro, se llamaría BB King y sería venerado por generaciones enteras de distintos continentes. Como el tango no está de moda en nuestro país, sin embargo, sigue desarrollando su carrera en la relativa sombra común a tantos y tantos músicos geniales. Como Carlos Montero dice en la entrevista, escogió un camino difícil, pero los caminos poco transitados son a menudo los más hermosos.